“Un hombre
principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida
eterna?
Jesús le dijo: ¿Por qué me
llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.
Los mandamientos sabes: No
adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu
padre y a tu madre.
El dijo: Todo esto lo he
guardado desde mi juventud.
Jesús, oyendo esto, le dijo:
Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
Entonces él, oyendo esto, se
puso muy triste, porque era muy rico.
Al ver Jesús que se había
entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los
que tienen riquezas!
Porque es más fácil pasar un
camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
Y los que oyeron esto dijeron:
¿Quién, pues, podrá ser salvo?
El les dijo: Lo que es
imposible para los hombres, es posible para Dios.
Entonces Pedro dijo: He aquí,
nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido.
Y él les dijo: De cierto os
digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o
hijos, por el reino de Dios, que no haya
de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna”. (Lucas
18:18-30)
Es sorprendente que tanto este pasaje, como todos los
pasajes de la Biblia, puedan darnos pie a muchos análisis en nuestras propias
vidas y cada vez que leemos un pasaje podemos encontrar nuevos tesoros para
nosotros. Vamos a hablar un poco en cuanto a lo que concierne a las riquezas, la salvación y la actitud que debemos tener al venir a Cristo.
De este Joven no se sabe exactamente quién era, ni
cuál era su nombre. Podría haber sido el hijo de un opulento mercader ó algún hacendado,
sabemos que fue educado en la piedad y en el temor de Dios. Sabemos con certeza
que tenía bienes en abundancia y aún así buscaba a Dios, por lo que cuando vio
a Jesús llegó corriendo y se postro ante Él (Marcos 10:17).
Jesús venia de tener un encuentro con los niños y
alabar a los que se hacen como los niños, a los que corren hacia Él cuando le
ven…
Estos hechos suceden en un camino probablemente en
dirección a Jerusalén, cuando regresaba de Capernaum (ver Marcos 10:1)
Vamos a analizar este pasaje basándonos en tres
aspectos:
La pregunta.
Este Joven hizo la pregunta correcta, a la persona
correcta “…Maestro bueno,
¿qué haré para heredar la vida eterna?” Se atreve a preguntarle esto primeramente porque
él consideraba a Jesús como divino (ya que se postro a sus pies), en segundo lugar porque aparentemente
este joven era de carácter moral irreprochable y porque habría logrado sortear presuntamente muchas tentaciones propias de su condición y edad.
Sin
embargo pregunta porque él sabía que No tenía la vida eterna, porque no tenía
la certeza del Espíritu. La biblia dice en Romanos 8:16 que: “El Espíritu mismo
da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” Si, el Espíritu
Santo de Dios nos da testimonio todo el tiempo a los creyentes, de que somos
salvos. No tenemos que temer, ni estar preocupados por este regalo, porque
sabemos que ya lo tenemos. Cuando a una persona se le pregunta por ejemplo, si
es hombre ó mujer, sabe perfectamente que es… ¡No tiene dudas! Así mismo cuando
conocemos a Dios y somos sus hijos lo sabemos todo el tiempo.
Heredar
es recibir los derechos de otra persona cuando esta muere y él creyó en cierta
forma que Jesús lo podía guiar, hacia el anhelo de su corazón, él vio en Jesús
cierta esperanza a pesar de su “virtuosa vida mundanal”. El sabía que el Señor
tenía la respuesta a su conflicto.
La respuesta.
El Señor le interpela con otra pregunta “Por
qué me llamas bueno” no porque no se pueda llamar así a una persona, ya
que la biblia enseña que en algunos casos podemos ser llamados buenos (ver Mateo
25:21), sino porque quería elevar la percepción del joven en cuanto a quien era
Él. Jesús quería que supiera que estaba hablando con el mismo Dios “Nadie es
bueno, sino solo Dios” y que solo se podía santificar a través de Él.
El “Maestro bueno” le enseña que debe guardar los
mandamientos y que sin dejar de hacer esto (Incluyendo amar al prójimo en Mateo
19:19) debe también seguirle a Él.
Las riquezas.
Sin lugar a dudas el centro de esta enseñanza es la
dificultad que se presenta, entre amar a las riquezas y al mismo tiempo seguir
a Cristo: “…Cuán difícilmente entrarán en
el reino de Dios los que tienen riquezas” (Lc 18:24) No obstante la misma
biblia enseña de grandes hombres de Dios que fueron ricos como Abraham,
Salomón, Job, etc. Lo malo no está en lo que tenemos, lo malo es cuando no
ponemos a Cristo como el centro de nuestras vidas y no le seguimos primeramente
a Él. Las riquezas que acumulamos en esta vida, son como algo muy grande que no
logra entrar por la angosta puerta del Señor (a los Judíos les gustaba utilizar
este tipo de figuras), tenemos que dejarlas atrás aún antes de partir, tenemos
que despegarnos de ellas y darle el primer lugar a Dios.
En Mateo 6:33
el mismo Señor nos dice: “Mas buscad
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán
añadidas”
Sin embargo Jesús también nos promete que si dejamos
nuestras posesiones por Él, hemos “de
recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna”. Lc 18:30
Tenemos que aprender a seguir a Cristo soltando las
cosas que nos impiden caminar a su lado y esto aplica tanto para los creyentes,
como para aquellas personas que aún no le conocen...
Tales cosas pueden ser:
El Orgullo,
Las riquezas,
La mundanalidad,
La familia, etc
Todos debemos rendirnos integralmente a Dios y aceptar
que solo en Jesús podremos entrar al reino de los cielos. No obstante Cristo
promete recompensas para esta misma vida, Él nos dice que: “por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” Mt 19:29.
La pregunta que tenemos que hacernos es:
¿Quién está sentado en el trono de tu corazón?
Recordemos siempre que Jesús entregó TODO por nosotros
en la cruz del calvario.
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