viernes, 2 de septiembre de 2011

Nuestra herencia en Cristo como hijos de Dios

Privilegios como hijos de Dios

      Hay privilegios que tenemos los creyentes, de los cuales no todos estamos conscientes y todos de alguna manera fallamos en algún momento, en cuanto a utilizar nuestros legítimos derechos como hijos de Dios. Tan solo pensemos por un momento, en el cuidado y ternura que espera un hijo de su Padre y el amor que siente el Padre hacia su hijo. ¡Qué maravillosa relación y cuantos privilegios otorga! La palabra de Dios afirma en Juan 1:12, lo siguiente “Mas a todos lo que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” y más adelante asevera que nacimos (nuevamente) por la voluntad de Dios.
Ahora bien, para poder alinearnos  en forma cónsona con esta enseñanza  debemos cumplir ciertos deberes, pero también es verdad que tenemos derechos, muchos de los cuales no hacemos uso nunca ó muy poco. Para ilustrar un poco este tema vamos a hacerlo tomando como ejemplo el pasaje en la Biblia, de la parábola del hijo prodigo en Lucas 15:11-32. Esta es una parábola muy edificante que relató nuestro señor Jesús,  la cual abarca muchos aspectos doctrinales en donde la palabra  “herencia” en una de los elementos  claves en esta instrucción.
La profundidad y aristas de esta parábola son extensas y muy conocidas,  pero concentrándonos en el tema de la herencia, tenemos que: Un hijo (el menor) le pide los bienes que le corresponderían de su Padre, estando este aún “Vivo” y su padre les reparte a “ambos hijos” sus heredad en ese momento (Lc15:12), quizás con muchísimo dolor por lo que representaba esta petición extemporánea, donde el hijo menor hacía una demostración de su apego a los privilegios de su herencia y a su insuficiente amor. Pasado el tiempo cuando el hijo menor vuelve a su padre (cansado del mundo y fracasado), es recibido con una fiesta y con todos los derechos, lo cual es causa de celos para su hermano mayor, tanto que  le increpa a su padre y este le hace una afirmación categórica y de una connotación grandiosa “Todas mis cosas son tuyas”. Buscando el significado de esta declaración en el conjunto, entendemos  que el hijo mayor también había recibido su parte, pudiéndola disfrutar en cualquier momento, pero no tenía conciencia de esto… Seguía esperando el momento del derecho -Que ya tenía- y no obstante a era obediente y que siempre estaba con su padre,  no gozaba de sus privilegios naturales. Esto es también una gran enseñanza de nuestro Señor, para todos nosotros los creyentes que tenemos herencia en Cristo según el designio de su voluntad, para las cosas adquiridas por medio de Él.
Conocer nuestros derechos con la actitud correcta
Mucho se puede decir del hijo menor, pero no de su falta de deseo; el manifestó lo que quería y tomo lo que le correspondía. Claro está que su actitud no fue la mejor e hirió a su padre en gran manera.
Podemos ver en otro ejemplo, cuando Jesús nos enseña también sobre la mujer Cananea en Mateo 15:21-28, la cual le pide  por la sanidad de su hija y aun no siendo ella parte del pueblo escogido de Dios, le dice “¡Mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como quieres y su hija fue sanada, quizás no por derecho previo sino porque presento su deseo con la actitud correcta.
Para tener la actitud correcta, tenemos que conocer nuestros derechos en Cristo Jesús y sus promesas, para lo cual es necesario que escudriñemos su palabra. Algunos eruditos del tema dicen que en la Biblia están plasmadas más de 3.000 promesas diversas para nosotros los creyentes. Ahora bien, en gran manera nos perdemos sus beneficios porque ¡No conocemos la palabra de Dios! Como vamos a desear algo que Dios ya ha establecido y prometido para nuestras vidas, sino las conocemos. Es fundamental que frecuentemente estudiemos su palabra y  agrademos a Dios al pedirle que cumpla sus propósitos y promesas en nuestras vidas. Nosotros somos sus hijos y debemos permanecer  fieles al lado de nuestro Padre celestial, tal como lo hace en un sentido, el hijo mayor en la parábola del hijo prodigo.
Nuestra mayor herencia
        Dios nos ha reservado también una herencia que traspasa las barreras de este mundo, que trasciende a esta vida y nos prepara un lugar en su morada dentro de su reino. Que nos garantiza vida eterna, tal como lo establece el mismo Jesús en Juan 6:47
“De cierto, de cierto os digo: El que cree en mi tiene vida eterna”
El que ha creído en Jesús como su Señor, ha sido bendecido con el mayor de los regalos como favor inmerecido, ha sido justificado, redimido, apartado del pecado y de su paga: la muerte. Ha sido verdaderamente libertado y salvado.
Coherederos en Cristo
        Dice Dios en Efesios 3:6 “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y coparticipes de la promesa de Cristo Jesús por medio del evangelio” ¿Que nos quiere decir con coherederos? Según el derecho los “coherederos” forman la comunidad hereditaria, donde cada heredero posee una parte alícuota de la herencia. La palabra de Dios también afirma en Romanos 8:17 “Y si hijos, también herederos, herederos de Dios y coherederos  con Cristo…
Dios tiene muchos atributos y quizás la división teológica más usual de ellos son: Atributos Divinos y Atributos Morales; donde la mayor diferencia es que en los primeros no encontramos ninguna analogía en el hombre y en los segundos si hay características análogas (referencialmente). Ahora bien Dios en Omnipotente como uno de sus atributos divinos y reservados solo a Él y el hombre no lo es en lo absoluto, pero somos sus hijos y coherederos “en Cristo” por lo que a través de Él podemos disfrutar del poder de Dios en nuestras vidas -muy sencillo-; No disfrutamos de la plenitud de nuestra herencia de Dios, a través Cristo Jesús, porque no ejercemos nuestros derechos como herederos legítimos.
La palabra de Dios también nos enseña en ese mismo versículo, que tenemos que estar firmes al lado de Jesús y padecer junto con Él.    Se trata de no imitar los actos del hijo menor en la parábola, el cual pidió su herencia, recibió sus beneficios y rehusándose  a sus  deberes como hijo, partió lejos de la presencia de su Padre, No. Esto solo puede desconsolar el corazón de Dios quien quiere darnos todo lo que tiene para nosotros, en esta vida y aún algo mayor para cuando estemos ante su presencia en los cielos. Pero tampoco imitar el ejemplo conformista del hijo mayor en esta parábola. No nos  conformemos a que Cristo nos haya dado vida eterna -lo cual es el mejor regalo y derecho que podemos obtener en esta vida- hay muchas cosas más que El nos quiere entregar. Seamos buenos cristianos, practicando el mayor apego a nuestro padre celestial, amándole, adorándole y reconociendo que somos coparticipes de su gracia, desde que nacimos en Jesús nuestro Señor, sabiendo que nuestra herencia viene dada por la fidelidad en Cristo Jesús. Amén.

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