jueves, 11 de agosto de 2011

Hablemos para Bendecir


  ¿Cuántos de nosotros sabemos que la palabra hablada tiene un poder implícito?
  ¿Cuántos cuidamos lo que vamos a declarar con nuestra boca?
  Las palabras que hablamos e inclusive nuestros pensamientos tienen la capacidad de bendecir ó condenar nuestras vidas. Muchas veces no pensamos lo que decimos ni como lo decimos, dándole poca importancia al significado y vinculación de lo que manifestamos al hablar.
  El Poder de la palabra es enorme, con ella podemos edificar ó derrumbar y no se trata de ser “positivos” solamente, sino de saber que para Dios es importante lo que decimos. Nuestro Señor Jesús nos enseña, que es verdaderamente significativo lo que decimos y de donde provienen nuestras palabras; él mismo considera la gravedad de la  impureza moral, producto de lo que hablamos:
No lo que entra por la boca contamina al hombre;  pero lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.” Mateo 15:11
  Afirmando más adelante que lo que expresamos proviene del corazón y esto es lo contamina al hombre:
Pero lo que sale de la boca, del corazón sale;  y esto contamina al hombre” Mateo 15:18
 
  Sin embargo no es mi deseo ahora, ahondar mucho en el uso correcto de las palabras y expresiones en cuanto a la semántica lingüística, sino más bien a sus consecuencias inexorables sobre nuestras vidas, a la trascendencia del verbo, a que tratemos de entender que debemos cuidarnos mucho de las expresiones  que sale por nuestras bocas, que pensemos bien al intercomunicarnos diariamente en forma común. Por ejemplo, podemos citar como una mala muestra (muy popular), el uso de la expresión “Me encanta”.
¿Sabemos qué significado tiene este enunciado?
  El Término "Encantar" significa según el diccionario: “Pronunciar un conjunto de palabras con poder mágico para cambiar la naturaleza o forma de algo.”
  Es también un sinónimo de la palabra "Hechizar". Por cuanto cuando decimos que algo "nos encanta" podríamos estar declarando un poder mágico ó un hechizo sobre nosotros. Quizás a algunos le parezca extremista esta posición, pero los hijos del reino debemos de tener cuidado de como hablamos y cuales  connotaciones tienen nuestras palabras en nuestro entorno.
 El Nuevo diccionario de la Biblia se refiere al término “ENCANTADOR”  como una “Persona que efectúa un acto de magia”. En la RV60 se refiere varias veces al termino de tal manera que traduciéndolo del hebreo significa, por un lado, aquellos que dicen predecir el futuro apelando a fórmulas y conjuros mágicos e invocando espíritus, como dice en Lv. 20:6: “Y la persona que atendiere a encantador ó adivinos...” Y en Dt 18:10–11: “No sea hallado... encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos”; Y por el otro, se señala con la palabra encantador a los que mediante la música u otro artificio juegan con serpientes venenosas, logrando que adopten determinadas posturas o realicen algunas acciones.

  Hoy día hay hasta propagandas “subliminales” con el uso de este dicho, el cual como hemos explicado tiene una connotación negativa sobre nosotros y es una mala influencia. ¿Qué positivo puede ser declarar una expresión de este tipo, para el creyente? Sin embargo lamentablemente es común el uso de esta frase aún entre los cristianos. Tenemos que evitar las palabras que no nos bendicen, inclusive escucharlas y hasta pensarlas. Podemos citar muchos otros malos ejemplos, como el uso frecuente de la palabra “muerte” en expresiones tales como: “me mata”, “me muero por”, etc. Las cuales considero que explican por si solas su significado literario, enlaces y aplicación para nuestras vidas.

  Debemos recordar que en la comunicación verbal hay tres niveles de receptores: Dios, el mundo Espiritual y las personas. Cuando decimos algo no solamente lo escucha el receptor ó persona a quien va dirigido el mensaje, sino que además también “Todo” lo escucha Dios, como parte de sus atributos; No obstante que también escuchen los ángeles y los demonios. Por lo tanto cuando declaramos expresiones como las descritas anteriormente, podemos ser víctimas de ataduras trascendentales que nosotros mismo producimos.

  Robert Vargas comenta en su libro “Refrena tu lengua de mal-decir” lo siguiente:
“Dios es un Dios de principios y todo su mover está condicionado a las leyes que él  mismo ha establecido en el universo. La confesión de palabras y la ejecución de sus efectos es un principio. Todo lo que tú hablas tiene sus respectivos resultados. Si hablas palabras correctas traerán resultados correctos y si hablas palabras incorrectas traerán resultados incorrectos.

  Dice Mateo 18:18  “De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo.”

  Cuidemos nuestras palabras, recordemos que Dios está en todas partes (Omnipresencia) y escucha cada cosa que decimos.
Tratemos pues de utilizar expresiones que exalten a nuestro Dios, que seamos instrumentos edificantes en sus manos y que declaremos mediante la fe en nuestro Señor Jesucristo, toda clase de Bendiciones ante su maravillosa Gracia en nuestras vidas. Seamos prudentes cuando hablemos y que nuestros enunciados sean producto del poder transformador de Dios en nosotros.


  Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén. (1Pedro 4:11)